Uno de los puntos a evaluar fue el resultado de la primer
noche en Haedo, con un colado, pero bueno, al fin estaba en Haedo, no?
Cuando llegó la noche, además de prender unas velas
-porque cabe destacar que recién el lunes podría hacer los trámites para el
alta de la luz-, decidimos dormir de una vez por todas. Lola ya había elegido
un rinconcito para ubicarse y parecía estar cómoda, así que la dejé ahí. Era
bueno que vaya adoptando este lugar como suyo también.
Nicolás fue a la camioneta y trajo unas mantas que tenía
ahí. No hacía frío, no veía la utilidad, pero bueno, ponéle que fue un buen
gesto.
Subió y además de las mantas, traía unos sándwiches que
había comprado en la esquina. Y un agua mineral.
“Cenamos” y yo me acomodé en la cama como para dormir. La
incomodidad de esos silencios que necesitan ser llenados, aunque sea con humor.
Ese momento fue cuando Nicolás se quedó parado al lado de la cama y lanzó la maravillosa
frase: “¿Te molesta si dormimos juntos?
El piso es duro.”
En ese momento recordé las palabras de Candela y me reí
en voz bajita. Ella me dijo al oído cuando me venía: “Se te va a juntar el ganado,
elegí bien con quién y dedicáme uno. Pero gancho, no quiero ser tía así, así
que con protección por favor.” Ella siempre tan sutil y particular.
-Mirá,
si prometés no tocarme un pelo, te dejo dormir a los pies…-
-Te
prometo que no va a pasar nada que vos no quieras…-
Bueno, tantas veces me lo dijeron che. ¿Será a este a
quién hay que creerle? Bueno, lo veremos al despertar.
Y así fue, no me tocó un pelo. Como buena histérica
(mujer, sin tanto pero) me moví TODA LA NOCHE, para generarle algo. Creo que
era inconsciente, pero así fue. Y él, se resistió toda la noche. Todo un
caballero.
En fin. Robé luz otra vez del palier para calentar agua y
tomar unos mates, a modo de desayuno y, por fin, despedir a Nicolás.
Cuando Nico se fue, prometiendo mantener el contacto,
pegándome un abrazo como pocas veces me dio y diciendo que sea feliz; me llamó
Mariano, para pasarme a buscar para ir a hacer los trámites de la luz.
Cuando por fin terminamos con esos asuntos, Mariano me
trajo otra vez al departamento. Quiso quedarse, pero yo le pedí que se fuera.
Necesitaba un rato de soledad para poder entender qué era lo que me pasaba, las
emociones contenidas y demás.
Entonces fue cuando decidí buscar entre las cajas la
correa de Lola, agarrar una bolsita -para la caquita de Lolis-, calentar el
mate y salir a recorrer un poco. Para que Lola también disfrute del aire que me
había enamorado.
Se junto el ganado bobino, el vacuno y ponele el porcino para no ser menos..!
ResponderEliminar