Son casi las siete de la mañana y me hice un ratito para contarles,
porque los tenía súper abandonados. Y entre nos, los estaba extrañando.
Como les había adelantado, conseguí que Nicolás
trasladara mi equipaje y mi perra hacia mi nuevo lugar.
Apenas tuvo un
blanquito para llevarme, cargué las cajas, a Lola y me fui.
Mientras más rápidas fueran las despedidas, mejor. No
quería irme mal o triste…
Como Nicolás me conoce bastante bien, supo que no iba a
despedirme de nadie, y la llamó a Candela, para “organizar una despedida casual”
en la Terminal. Cuando él pasó a buscar las encomiendas que llevaba como parte
de su trabajo, Candela estaba ahí, con mi sobrino más pequeñito.
Supongo que me habrá deseado buen viaje y me habrá pedido
que le avise cuando llegue, como hace con cada uno de mis viajes. Pero lo que
más recuerdo, como cada vez que me voy, fue su abrazo. Esos que se graban como
tinta indeleble.
Subimos a la camioneta y enseguida puso música. Acto
seguido preparé el mate y me dispuse a lo que, suponía, iba a ser un infierno.
Bueno, no me equivoqué mucho. A los diez minutos, empezó
a hacerme preguntas incómodas y a recordar anécdotas de aquellos viajes que
hacíamos los fines de semana, cuando éramos esos amantes adolescentes,
escapándose de sus realidades para vivir esa pasión (ponéle) incontrolable.
Paramos unas dos veces así Lola podía hacer pis y
nosotros recargar el termo. Y hacer pis también. Encima, yo le era totalmente
inútil, porque no sé manejar, por lo que ni siquiera podía ofrecerle un
recambio.
El paisaje cada tanto repetitivo, la música que ya me
sonaba a ruido ambiente y mis piernas, que no sabía dónde ponerlas, me
mostraban que esta aventura recién estaba comenzando. Un poco accidentada, pero
comenzando al fin.
Después de, al menos, cuarenta minutos de siesta en
medio, y que Nicolás intentara, sin suerte, un acercamiento no demasiado
romántico en la última de las paradas, llegamos a Retiro.
Nico se predispuso a bajar las cajas y yo me bajé, con
Lola, no sólo a estirar las piernas, sino a controlar que ninguna de mis cajas
fuera para un destino incierto.
-Bueno,
ahora es la parte en que vos me guiás o prendemos el GPS…-
-GPS.
Sin dudas.- le respondí.
Teníamos que pasar por la inmobiliaria, yo me bajaría a
buscar las llaves y seguir camino hacia el departamento. Bajaríamos las cosas y
bueno, listo.
Eran las tres de la tarde. Yo había hablado con Mariano y
quedó en esperarme, a pesar de que ya estaban cerrados.
Cuando agarramos la General Paz, era un caos. En
realidad, pensé que un domingo a las tres de la tarde no habría tanto lío, pero
por lo visto aún no había adquirido el pensamiento porteño. Tardamos
aproximadamente hora y media en llegar.
Estacionamos en la inmobiliaria y me bajé. Mientras esperaba
que Mariano abriera, prendí un cigarrillo y me dispuse a esperar. Allí estaba
él, esperándome en la camioneta, esperanzado de que esta “ayuda” le diera una
oportunidad conmigo. Y adentro estaba él, esperándome para darme las llaves que
me abrieran paso a la nueva aventura.
-Pensé
que no volvías…-dijo Mariano.
-Acá
estoy…¿cómo andás Marian?- le dije, abrazándolo.
Nico escuchaba atento desde la camioneta cada palabra,
observaba cada gesto. Podía sentir su mirada sobre mi espalda.
-Acá
están las llaves…pero creo que podrías necesitar ayuda, así que me puse las
zapatillas y pedí
el día…- dijo, al tiempo que me dedicaba una de sus sonrisas matadoras.
-Pero
no…no es necesario…tampoco traigo tanto eh!-
Ni esperó que le contestara, que se acercó a la camioneta
y se subió en la cabina de atrás, con Lola. Yo apagué mi cigarrillo y, ante la
mirada asesina de Nicolás, me subí al asiento del acompañante y deseé que la
tierra me tragara, muy lentamente.
#CarolaImánDeQuilombos
uno a veces quiere ser Ñandú para que la tierra se lo trague, esas miradas asesinas que mas que incomodas, son un rifle en la cien.. por dios!
ResponderEliminarEl dilema con los amores..!!! SE TE JUNTO EL GANADO.COM y hablale a la mano o a LOLa para que por lo menos te saque del apriete en el que te encontrás!