“Carola
Fernández, una muchacha común y corriente, que aún sigue buscando su lugar en
el mundo y que cree poder encontrarlo en Haedo”. Ese
sería un lindo slogan para resumir en pocas palabras la realidad de esta
aventura, ¿no?.
Cuando arranqué a planificar lo que me iba a llevar en la
mudanza, comprendí la cantidad de pelotudeces que albergaba en mi casa. Y
además, cuando empecé a armar las cajas con cada cosa que me quería llevar, me
detenía en recordar un poco cuándo lo había adquirido y demás. Como por ejemplo
mi delantal de cocina favorito, que aún recuerdo que lo elegí entre unos
cuantos sólo porque tenía ese alma de abuela impregnado en su tela.
Al cabo de unas cuantas horas, perdí la cuenta de la
cantidad de cajas que tenía. Unas 10 al menos, la mochila y una mochilita más
pequeña para llevar conmigo en el colectivo.
Cuando más o menos tenía todo encaminado, me dirigí a la
Terminal. Como principal objetivo era que me informen a dónde me podía meter
las 10 cajas de equipaje. Y, claramente, no valía como respuesta “en el culo”.
Me bajé del colectivo con los auriculares puestos y
caminé esas cuadras que me separaban de la Terminal. Ese lugar conocido que
siempre que lo piso me traslada a la cantidad de viajes que partieron de estas
paredes.
Iba llegando a la esquina, cuando siento que me sacan los
auriculares. Yo me quedé quieta, inmutable, pensando en el mejor ataque. Mi
cuerpo reaccionó sólo con un codazo que, según calculaba, le iba a dar a la
boca del estómago del atacante.
-C…C…Cari…-
escuché entrecortado.
Cuando me di vuelta, allí estaba Nicolás. Doblado y con
un gesto de dolor enorme.
-¡Sos
un boludo! ¿En la capital de la inseguridad, a vos se te ocurre sacarme los
auriculares para sorprenderme?-
Pobre, estaba todo dolorido y yo lo estaba cagando a
pedos.
-Perdón
Car, venías muy abstraída caminando…y si te llamaba, no me ibas a escuchar…-
-Sí,
tenés razón. Empecemos de nuevo. ¡Hola Nico!- le dije, dándole un
beso.
-Hola
Cari, ¿cómo estás?- dijo haciéndome un poco de burla, y con su
brazo izquierdo sosteniendo su boca del estómago.
-Bien
che. Iba a la Terminal… ¿vos?-
-También.
¡Qué linda coincidencia! ¿Ya te mudás?- dijo emprendiendo la
caminata.
-En
realidad, vengo a averiguar cómo es el tema del equipaje…cuánto te dejan llevar
y ver si ya puedo sacar el pasaje…-
-Yo
vengo a buscar unas encomiendas para llevar… ¡Ah, no te conté! Tengo un nuevo
currito… Llevo encomiendas a Buenos Aires.-
-Ah,
bueno. Mejor para mí entonces… ¿No tenés lugar para unas diez cajitas y una perra
medio batata medio pichicho?-
-¡Sí
Car! Para vos siempre hay lugar…- dijo melosamente.
Paremos las rotativas. Faltaba que yo me haga caja para
que me lleve. Pero si le decía que sí, era muy probable que me cobre en
especie, ¿no? Bueno, en fin, había encontrado quien lleve mis petates y mi
perra a Haedo. ¿Qué más me importaba?
-¡Uy,
qué bueno! Lo que sí, después decime cuánto es y cuándo podrías llevarlas…-
-Cuando
vos quieras. Y te venís conmigo y me cebás unos mates como cuando nos íbamos
los fines de semana a Rosario, ¿dale?-
Qué lindo recordar viejos tiempos, ¿no? (Risa irónica, se rasca la cabeza y piensa
profundo. Se pega un tiro. Fin de la escena)
#SantaFue
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