miércoles, 13 de marzo de 2013

VII. Almorzando con Carola Fernández.


Cuando hablé por primera vez con Mariano, logré tranquilizarme y decirme “puta, no estoy tan sola en Haedo”. Y me prometí no caer en el jueguito básico del ser humano. Así que sólo acepté el almuerzo compartido y valoré la compañía.

En otro momento de mi vida, tal vez la preparación del almuerzo no sólo hubiera corrido por mi cuenta con un menú particular, si no, también la preparación física hubiera sido distinta. Planchita, ropa linda, un delantal nuevo tal vez.

Pero no. Esta vez estaba por comer en un restaurant locamente alejado de mi casa, y con alguien que había conocido a la mañana -léase que no suelo ser tan rápida para conciliar una cita, usualmente-.
En otro momento, hubiera evaluado más las posibilidades. Hubiera planificado las cosas como mi mente neurótica me lo ordenara.
Cuando llegamos al restaurante, la primera mirada fue una aventura. La segunda mirada, fue concretar la idea de que estaba completamente loca.


Cuando salimos del restaurant, quiero que imaginen todo lo que pasó por mi cabeza, y las diversas expresiones en mi cara. No sabía lo que íbamos a hacer, ni lo que quería decir. En sí, no sabía absolutamente nada.
-Bueno, muchas gracias por todo…- se me ocurrió como única salida posible al incómodo silencio que se había generado al traspasar la puerta.
-Nada que agradecer! La pasé muy bien – dijo él, autoconvenciéndose que ese almuerzo había sido maravilloso.


Pero lo que en realidad había sucedido, sin demasiada introducción, es que atrás nuestro, al mismo restaurante y a la misma hora, entró su ex novia con su nuevo novio, a los arrumacos y de la mano. Lo que hizo que su cara se desfigurara como la de Scream.

(Banda de sonido apropiada para leer: Almorzando con Mirtha Legrand)


-Mi e…e…ex…- balbuceó.
-Ooookey- Si había algo que faltara en la situación de foto ridícula y muy muy muy MUY bizarra, era que nos juntáramos los cuatro eh.

Después de elegir la mesa, muy perfectamente ubicada en la otra esquina del salón, le pregunté a Mariano todo lo que era necesario saber sobre su ex –motivos de separación, tiempo transcurrido juntos, tiempo transcurrido de separación, embarazos no deseados y deseados, proyectos compartidos y si era de Haedo, claramente-, sin que se diera cuenta de que me gustaba, claro. Él, no su ex novia.

-Ay, perdón Caro, perdón.-
-Perdón por qué?-
-No sé, un garrón esto…-

No terminó de decir esa maravillosa frase, que la ex novia estaba parada junto a nuestra mesa, observándonos. Yo con la cara de boliguaya extraditada que tenía, podríamos haber subido a Machu Pichu que nadie se enteraba si era una llama o un pibe o un ovni.
De todas maneras, tratamos de salir airosas de la situación. Así que, aprovechando que la muchacha estaba ahí, paradita como potus, observándome con pelos y señales, decidí entablar una conversación “amistosa”, pero no tanto, por las dudas quisiera que compartamos la mesa. Y transformar esto en un verdadero garrón.

-Hola. ¿Te pedimos a vos lo que vamos a comer?- le dije a tono de chiste.
-No no, Caro. Ella es…- soltó al aire Mariano, sin poder mirarme a la cara.
-…la ex.- completó la muy pelotuda. - ¿Vos sos la actual?-
-No no, Elisa. Ella es…- Al parecer Mariano se había contagiado de la pelotudez y no podía soltar otra frase que fuera “ella es”.
-Soy Carola. Mucho gusto.- completé.
-Ah. Me alegro de conocerte. Sabés qué? Al principio es perfecto, te lleva a cenar, te cocina y te endulza el oído, te hace mil cosas en la cama. Pero cuando te plantee que quiere una relación free después de 4 años de noviazgo, hablamos.- dijo, dándose la vuelta, completamente enajenada, y llevándose por delante una mesita con aceiteras y vinagreras. Y por supuesto, resbalándose y cayendo sobre.

Yo hice un plano general a la escena y concluí en que era MUY bizarra. La ex despechada que me “alerta” sobre el que todavía no es nada mío. Y, encima, termina tirada en el piso con aceite y vinagre, cual ensalada de Barrio Chino. Y Mariano completamente violeta de la vergüenza. En realidad no sabía esto era por la escena o por lo que había dicho Elisa.

Juro que en ese momento sólo quería salir de ahí. Y si era posible, camuflada como Greta Garbo.

El mozo ayudó a Elisa -quien se levantó muy enojada y salió impulsada como cohete hacia la calle. Por el bochorno, supongo.-, limpió el piso y luego nos tomó el pedido. Sinceramente, se me había pasado el hambre, así que sólo pedí una ensalada.
Mariano, que no sabía cómo entablar una conversación seria después de la situación que se había generado antes, encontró en la comida un punto especial de atención.

-Qué tal está?- dijo señalando la ensalada de zanahoria, tomate y huevo que había en mi plato.
-Rica, muy rica.-

La verdad que esto era totalmente irremontable. Así que decidí ponerme los pantalones de la situación y tratar de terminar lo más rápido posible de comer, para levantarme, agradecer e irme.

-Che, Marian…esto es irremontable. ¿Por qué no nos vamos? Además, yo tengo que buscar lugar para quedarme esta noche, y…- Si había algo que me caracterizaba era el ser sincera. Y no le iba a disfrazar la situación, si realmente era irremontable.
-Sí, es un desastre. Perdonáme. Yo no quería que pases por esto…-
-No, tranquilo. No te preocupes. No es algo que me pasa todos los días, por suerte…- dije riéndome.
-Me alegra que lo tomes con humor…y sí, vamos mejor.-

Hizo un ademán, vino el mozo, pidió la cuenta. Pagó y salimos.

¿Ven que las cosas no planificadas salen como el orto?


1 comentario:

  1. jajajajajaja lloro lloro de la risaaaaaaaaaaa!!!!!
    Salio agria la hija de putaaaa!!!

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