Después de dejar mi mochila en la inmobiliaria y
conseguir un kiosco para comprar mis propios cigarrillos, agarré mi mapa casero
-el que amablemente Toi me había dibujado con algunos puntos particulares de
Haedo y El Palomar- y me dispuse a caminar.
Ese aroma fresco de la mañana me había sorprendido desde
que bajé del colectivo. No sé si a ustedes les pasa, pero mi memoria emotiva (también)
es olfativa. Y esa brisa fresca me recordó a las mañanas en que, con mi nona,
tomábamos mates en el patio, debajo de la parra.
A medida que caminaba, trataba de buscar la manera de
contarle a Cande la aventura. Mi hermana es escritora, además de su trabajo
formal (por lo tanto, imaginen que, me va a querer matar cuando sepa que estoy
escribiendo así jaaa), así que tenía que encontrar la manera de rescatar todos
los detalles, porque SÉ que ella me los va a preguntar.
Lo que sí no sabía -y era irremontable, pero increíblemente
necesario-, era cómo contarle a mamá, una radical ultra, que mi departamento
iba a quedar en “Presidente Perón”. ¿Tienen alguna idea para “pasar por alto”
ese “detalle”?
En fin, fui caminando por Prats (la esquina del
departamento) y crucé el puente sobre la autopista. Como si estuviera dentro de
un videoclip, me detuve a la mitad del puente y respiré hondo, mirando los
autos pasar.
Como si siguiera siendo un video clip, me quedé parada un
momento sobre el puente, me cebé un mate y la gente me miraba como diciendo “y
essssta?” (porque vieron que los porteños marcan muuucho las S). En ese
momento, recordé una canción que mi hermana me había enseñado cuando era
pequeñita y comencé a tararearla…
♫A
la hora que la luna va muriendo…justo cuando comenzabas a soñar…arranqué de mi
guitarra unos arpegios, para darte un hermoso despertar…♪
Apareció Mariano de la nada. (Recuerdan al bombón de la inmobiliaria, no?)
-Ando
necesitando algo…
(Reconozco que tuve un poco de miedo de responder a esas
palabras, pero me envalentoné, porque el mundo es de los valientes, y respondí)
-Qué
andás necesitando?
-Alguien
que me cante un poquito para dormirme! (risas) Qué voz dulce!
-Ay,
me muero de la vergüenza, ¿me escuchaste cantar?
-Si
Carolita -dijo, golpéandome el hombro.
Paren las rotativas. ¿Carolita? O sea, nos conocíamos
hace unas horas. No da que me llames Carolita. Primero, desde que mi abuela se
había muerto que nadie me decía “Carolita” y segundo, ¿cuántos años tenés?
-Vos
qué hacías por acá?
-Entregué
un departamento acá cerca e iba cruzando hasta la inmobiliaria. No me imaginé
encontrarte acá.
-Yo estaba viviendo
mi propio videoclip (risas)
Lo gracioso de la situación es que, desde que me había
cruzado con Mariano temprano, sentía que lo conocía de toda una vida. Y es más,
por lo general yo no suelo tener tanta confianza con los hombres así de una. ¿Sabés cómo tienen que remarla para que yo
me sienta cómoda? Uff.
No hay comentarios:
Publicar un comentario