Y para los hombres, valoren a quien tienen al lado, por detrás, adelante...en todos lados hay mujeres.
No pido que digan "Feliz día", sólo dejen de violarlas, pegarles y prenderlas fuego. Gracias, en nombre de todas.
Ahora sí.
Llegué a la terminal. Al final Candela no arregló un pedo
con Pedro, así que no sólo que no le prestó el auto, sino que tampoco quiso que
me acompañara a Haedo. Así que, bastante enojada debo decir, saqué pasaje para
hoy y me vine sola.
Mi día de ayer estuvo un poco complicado. Antes de viajar
tuve un par de cosas que hacer, como saber dónde dejaba a Lola y si me daban
los días en el laburo.
Igual creo que lo del laburo era lo menos que me
importaba, porque ya hablé con la abogada (mi amiga personal Natacha jaja) y
arreglé que le envíe el telegrama de renuncia.
Toi me ofreció cuidar de Lola y yo, cuando Toi se
encarga, me voy más que tranquila. Ya lo ha hecho otras veces y ha resultado
una evaluación totalmente favorable. Ja.
Después de un día de corridas, lo único que quería era
poder dormir un rato, aunque sea en el viaje, para poder llegar a Haedo y
disfrutar. No sé bien de qué, pero me había planteado disfrutar y conocer.
Subí al colectivo después de dejar el equipaje en el
buche. Me encontré con mi asiento y me puse los auriculares. Un rato al menos
para desacelerarme… En cuanto vi que la batería había bajado un poco, me saqué
los auriculares y volví a escuchar al mundo circundante.
Entre un señor que se pasó la noche tosiendo y un bebé
que llamaba a gritos -literalmente- a su madre, no pude dormir mucho que
digamos, pero algo entre llanto y tos, dormía.
Siempre que viajo a Buenos Aires me despierto justo
cuando estamos entrando. No es nada mágico, pero para mí, que duermo como un
tronco, despertarme antes de determinadas situaciones, es una buena señal.
Luego de seis horas estaba en Retiro. ¿Viste cuando no
podés creer ciertas cosas? Bueno, así estaba yo. No pudiendo creer haber
emprendido el viaje solita. Y enojada. Por eso terminé de tomar envión, por
supuesto.
Bajé en Retiro y no avisé nada a nadie. Sentía que
necesitaba libertad, un poco al menos.
Primero el tren, después el colectivo -así cargada,
parecía un equeco- y me bajé donde me
habían explicado los de la inmobiliaria. Inseguramente segura, por supuesto.
Algo soñado, una mezcla de emociones me invadía. Pero
pará, Carola no suele tener muchas emociones: o se enoja, llora o se ríe, no
sale de eso. Bueno, esta era una mezcla de las tres.
Me bajé en Namuncurá y Céspedes. Caminé por Céspedes y
llegué a la inmobiliaria, para que el agente de bienes raíces me llevara a ver
el monoambiente.
-Carola,
¿verdad?
-Así
es, mucho gusto- le dije extendiendo mi mano para saludarlo.
-Mariano.
¿Qué tal el viaje?
-Un
poco cansador, pero… -miré para todos lados- Decíme, ¿un lugar donde pueda comprar cigarrillos por acá?
-Acá
a unas cuadras hay un kiosco, pero dejáme que (abriendo
un paquete de Marlboro) este te lo invite
yo.
Me sentí una femme
fatale. No todos los días te invitan cigarrillos -y encima de los que vos
fumás-, y mucho menos con el precio de éstos hoy en día.
Empezamos a caminar. Yo pensé “¿éste no se dio cuenta de la mochila que llevo en la espalda? ¿Me
piensa hacer caminar todo el barrio? Yo creí que tenía un auto, pobre”.
Mis días de girl-scout me habían servido abundantemente,
porque caminamos unas cinco cuadras y yo con mi mochila de escaladora a
cuestas. Así que me sentía toda una experta caminante. #PobreCarola
Me di cuenta que habíamos llegado porque, además de que
Mariano parara la marcha, reconocía el frente por las fotos del mail.
Él abrió la puerta y yo entré después que él. Dejé mi
mochila en la puerta y me puse a mirarlo.
No sé si trataba de descubrir la pólvora o qué, pero
observaba cada detalle, comentándolo con Mariano. En realidad, lo que mis
palabras querían esconder -además de que él estaba muy bueno y que me encantó
cuando lo vi- era que estaba planeando todos los lugares donde poner mis cosas
y evaluando hasta dónde guardaría el café.
-Ay,
este lugar está para que vengamos todo el tiempo…
-No
hay duda de que sos santafesina.
-¿Por?
-Porque tenés tonada. Y te comés las S.
Tenía ganas de decirle “y de dónde querés que tenga tonada?”
-Ah
sí, cada tanto me cargan. Sobre todo cuando vengo para Buenos Aires…ustedes
marcan hasta las S que no existen.
-¿Ah,
sí? Cuando yo viajo a Santa Fe, también me cargan por la tonada porteña…
Cuestión. Nos pusimos a tomar mates sentados los dos
chinitos en el medio del monoambiente. Así, él de traje y yo, que había cargado
agua en Retiro, en zapatillas y jogging.
Lo que menos hablamos fue del departamento. Terminamos
contándonos el uno al otro sensaciones, pasados y demás deudos.
-Bueno,
todo muy lindo, muy rico el mate, pero yo tengo que mostrar otra casa…-me
dijo.
-Sí,
claro. Yo tengo que ver más cosas del barrio, paradas de colectivo y otras
cosas…
-Tenés
dónde quedarte?
-Todavía
no. Eso también tengo que buscar.
-¿Por
qué no dejás la mochila en la inmobiliaria? O sea, te podría decir que la dejes
en mi auto, pero como no tengo…-sonrió, y a mí se me cayó el
mundo.
-Podría
ser eh… Total ustedes, a qué hora cierran?
-No,
mirá. Acá te dejo mi número, cuando te desocupás, me llamás y almorzamos
juntos. Te parece? No quiero ser atrevido, pero me caíste bien…
Ahí venía el momento en que Carola no aceptaba, lo
puteaba y buscaba departamento por otra inmobiliaria.
-Dale.
No, tranquilo. Además no conozco a nadie acá, serías una gran compañía para mi
aventura… #NoCaroNo
Así que intercambiamos celulares y volvimos a la
inmobiliaria a dejar mi mochila y a emprender una linda caminata, mate en mano,
por las callecitas de Haedo.
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